La diversificación de las disciplinas académicas obedece a
su consideración como áreas de estudio organizadas sistemáticamente; son
ámbitos del saber y del hacer que tienen objetos, metodologías y finalidades
específicas. Más que conjuntos estáticos de saberes objetivados, las
disciplinas son modos de disponer un conjunto de actividades cognoscitivas [Pring
2004].
Así, la Filosofía de la Educación se distingue de las demás
materias filosóficas y pedagógicas por su objeto de estudio, la metodología que
emplea y el fin que se propone alcanzar.
— Su objeto propio es el estudio del
fenómeno educativo en toda su amplitud: los agentes, procesos y escenarios
donde se desarrolla el binomio enseñanza-aprendizaje.
— Emplea para su elaboración metodologías filosóficas.
— Tiene como fin inmediato la elaboración
de un cuerpo de doctrina que facilite a los profesionales de la educación la
comprensión del sentido y las implicaciones antropológicas y éticas de su
tarea, para mejorar su actividad práctica.
En definitiva, la Filosofía de la Educación no pretende
elaborar “una gran teoría” en el sentido epistemológico fuerte de la palabra [Pring
1978] —un sistema unificado de proposiciones, semejante a las teorías
científicas—, sino llevar a cabo una reflexión crítica y sistemática sobre la
educación de la que se puedan extraen conclusiones que permitan entender y
afrontar mejor los problemas de la práctica educativa.
El asentamiento de la Filosofía de la Educación como
disciplina académica a partir de 1960 se debe a Richard S. Peters, del Instituto
de Educación (Institute of Education, IOE) de la Universidad de
Londres, quien lideró el trabajo de un grupo de expertos en Filosofía
Analítica, que aplicaron este método al estudio de la educación. Su objetivo
principal se orientaba a la clarificación filosófica de conceptos educativos fundamentales
como, por ejemplo, enseñanza, adoctrinamiento, autoridad, aprendizaje,
creatividad, etc., que hasta ese momento habían recibido poca atención por
parte de los filósofos.
Peters definió la Filosofía de la Educación como una
familia de investigaciones unidas entre sí por su carácter filosófico y su
relevancia en cuestiones educativas; señaló que debía tomar como punto de
partida los problemas de la educación, y había de construirse en diálogo
fecundo con la Ética, la Filosofía Social y la Teoría del Conocimiento, entre
otros saberes [Peters
1983].
Estos pioneros de la Filosofía de la Educación en Gran
Bretaña pretendían que la disciplina fuera auténticamente filosófica —y, por lo
tanto, reconocida como tal por los demás filósofos—; y demostrar su relevancia
de cara a la formación del profesorado, de tal forma que se incluyera en los
planes de estudio de los futuros profesionales de la educación a nivel
nacional. Aunque en parte lograron estas metas, la Filosofía Analítica de la
Educación resultó excesivamente técnica y fría, y no contaba con una
antropología definida sobre la que sustentarse.
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